miércoles, 31 de octubre de 2012

Fuerte Histórico de Santa Juana de Guadalcázar

 Emplazado en el Valle de Catirai, en la ribera sur del río Bío Bío, donde Luis Fernández de Córdoba y Arce lo fundara el 8 de marzo de 1626 con el nombre de Santa Juana de Guadalcázar, el Fuerte ubicado a 48 km de Concepción y a sólo siete cuadras de la Plaza de Santa Juana, ha sido redescubierto en días pasados. 

 Aseguran los entendidos que de todos los fuertes existentes en Chile, a excepción de los de Valdivia que fueron levantados por el Virreinato del Perú como defensa contra los Corsarios y Piratas, no hay otro mejor conservado que éste ni en un lugar de semejante belleza: por un lado el ancho y largo Bío Bío; del otro la hermosa laguna de Rayenantú; al fondo la Cordillera de Nahuelbuta; y hacia el norte "veremos en el río un grupo de islas que semejan una escuadra en eterna vigilancia". 


Un lugar lleno de historias y leyendas

 El Valle de Catirai, es un lugar de historia y de leyendas, importantes hechos de armas se desarrollaron allí desde los albores mismos de la conquista. El enclavamiento del Fuerte fue estratégico para cerrar el paso a las belicosas tribus villanas y arribanas que se desplazaban en el área para atravesar el Bío-Bío por el lado de Talcamávida. 

 La historia relata que Pedro de Valdivia llegó a Catirai en 1550, acompañado de Jerónimo de Alderete y cincuenta jinetes cruzando el Bío-Bío precisamente por Talcamávida. De ahí en adelante siguieron sus otros viajes al sur para fundar la Imperial Antigua y la ciudad de Valdivia, y después Tucapel, en diciembre de 1553, donde al año siguiente encontró la muerte. 

 Santa Juana de Guadalcázar fue avasallado y su caserío destruido e incendiado varias veces por los aborígenes. En 1739, por orden del gobernador don José Antonio Manso de Velasco se lo convirtió en plaza fuerte; se le hicieron fosos, se lo dotó de una buena guarnición y se trazó a su alrededor la población. Otros hitos importantes son: el gobernador Antonio de Gil y Gonzaga pidió al Rey de España -y lo obtuvo- el título honorífico de Villa para Santa Juana, que le fue otorgado en 1765. En enero de 1891 fue creada la comuna -hoy de 14 mil habitantes- capital primero del departamento de Lautaro y más tarde de Coronel entre 1841 y 1855. 

 El Fuerte nos recuerda otros importantes hechos históricos. Por ejemplo, que el cuartel general de Vicente Benavides estuvo allí y que también allí el montonero cometió una de sus más sangrientas fechorías; el asesinato a mansalva de un grupo de oficiales y hombres de tropa del General Freire, hecho que "fue uno de los puntos de partida de la llamada Guerra a Muerte que desató en Chile alrededor de 1820". 

 Pero Santa Juana de Guadalcázar es también lugar de leyendas románticas, unida a una de ellas está la fundación misma del Fuerte. Se relata que el Virrey de Perú, Diego Fernández de Córdoba, marqués de Guadalcázar, era casado con la hermosa Juana de Arce y Tortoya. Su sobrino, Luis Fernández de Córdoba, huérfano, vivió 11 años con ellos, tomando parte en diversas campañas y recibiendo el título de teniente General del Callao. Con el correr de los años nació el amor entre tía y sobrino por lo que el Virrey envió a este último como Gobernador General de Chile. Los imposibles enamorados se separaron así para siempre. 

 Cuando Luis Fernández de Córdoba y Arce atravesó por primera vez Talcamávida hacia el valle de Catirai se sorprendió ante al belleza del paisaje y recordando el amor de su vida decidió bautizar el lugar con su nombre, ordenando construir una fortaleza: Santa Juana de Guadalcázar. Relatan las crónicas que, curiosamente, durante el tiempo que duró la construcción del fuerte y hasta que su fundador abandonó Catirai para regresar al fuerte plaza de Concepción, los indios catirayes, bravos y feroces, nunca lo molestaron. 

 Aún más hermosa es la leyenda sobre la laguna de Rayenantú y su gemela ubicada al frente, Rayencura, en Talcamávida. Mientras en el Valle de Catirai habitaban los catiyares -que no se doblegaron jamás ante el invasor- frente a ellos y separados por el Bío-Bío vivían los tralcamahuidas. Ambas tribus eran rivales irreductibles entre si, pese a que se unieron a veces para luchar contra el enemigo común, los conquistadores. 

 Dice la leyenda que luchas constantes avivaban el odio de las dos tribus hasta que el amor, que no sabe de barreras, vino a complicar más la situación. Fue el amor entre el hijo preferido del cacique de los Tralcamahuidas, el apuesto Rayencura (flor poderosa), y la bella hija del cacique Catirai, Rayenantu (flor dorada). Ambos se amaron a pesar de la inquina ancestral y sangrienta que separaba a sus tribus más que al ancho Bío-Bío. Se encontraban a escondidas junto a la ribera, siempre temiendo ser sorprendidos. Hasta que en una tempestuosa noche de invierno ocurrió la tragedia, la joven Rayenantú desapareció y al buscarla afanosamente la vieron en la lejanía nadar por la mitad del río con su amado hacia Talcamávida. Veloces se lanzaron los catirayes en su persecución disparando en medio de las aguas y la oscuridad de la noche. La lluvia de flechas terminó por hacer blanco en los cuerpos de los enamorados. Muertos ambos, las tribus cesaron la lucha y recuperaron los cadáveres de Rayencura y Rayenantu para ser sepultados en las tierras de sus padres. Al día siguiente, asombrados los indios vieron que de cada tumba habían surgido vertientes que se trasformaron en lagunas. Ambas todavía existen.

Durante un largo período de la historia, Santa Juana de Guadalcázar fue avanzada y plaza fuerte de la orgullosa y sufrida Perla del Bío-Bío. 


**Recopilación hecha con antecedentes de la periodista J. Garbarino, publicado en el Diario "El Sur" de Concepción, además de un documento informativo de la Ilustre Municipalidad de Santa Juana.


¿Cómo llegar a Sta. Juana desde Concepción?

Desde Concepción cruzar hacia San Pedro por uno de los tres puentes (Chacabuco, Llacolén o Juan Pablo II) seguir a la izquierda en dirección de la "Ruta de la Madera" (aprox.48 km.)

Historia de Santa Juana

 Históricamente, los orígenes de Santa Juana se encuentran enmarcados en la resistencia araucana a la colonización española al estar emplazada en el valle de Catirai. Don Luis Fernández de Córdoba y Arce la fundó el 8 de marzo de 1626 con el nombre de Santa Juana de Guadalcázar.

 El Valle del Catirai, donde se ubica Santa Juana de Guadalcázar, es lugar de historia y de leyendas. De historia, porque importantes hechos de armas se desarrollaron allí desde los albores de la conquista; de leyendas porque la tradición ha conservado narraciones de siglos. La historia relata que Pedro de Valdivia llegó a Catirai en 1550, acompañado de Jerónimo de Alderete y cincuenta jinetes. Cruzando el Bío-Bío por Talcamávida. De ahí en adelante siguieron sus otros viajes al sur para fundar la Imperial Antigua y la ciudad de Valdivia. Después, Tucapel, en diciembre de 1553, donde el siguiente año encontró la muerte. Antonio Gil y Gonzaga pidió al Rey de España el título honorífico de Villa para Santa Juana, el que le fue otorgado en 1765. En enero de 1891 fue creada comuna y su actual Municipalidad fue creada el 13 de enero de 1891. En la Municipalidad de Santa Juana se conserva casi intacto un valioso documento histórico para la ciudad: es el libro de acuerdos (actas) de la primera Municipalidad o Cabildo compuesto por 7 regidores, elegidos por votación directa de los habitantes de sus respectivas “Parroquias”. En los actos electorales de 1852, realizados en los días 16 y 17 de mayo, resultaron electas las siguientes personas: Don José María Avello (Abelló), Don Juan Ancelmo Ríos, Don Celestino Venavente (tex.), Don José Manuel Ulloa, Don Juan José Neira, Don Manuel del Campo y Don Andrés Campos. Todos estos apellidos se conservan en la comuna.


Fuerte Histórico

 Fundado el 8 de marzo de 1626, por Luis Fernández de Córdoba y Arce, fue destruido varias veces. En la reconstrucción de 1739 se lo rodeó con fosos, convirtiéndolo en isla, con un escarpado muro de piedra hexagonal y un puente de acceso… La construcción del Fuerte “Santa Juana de Guadalcázar”, tiene su origen en la resistencia araucana a la colonización española.
Con la finalidad de resguarda la línea de frontera y mantener expedita las comunicaciones entre Concepción, la isla de la Laja y la zona sur del país, sufrió, desde un comienzo, las consecuencias de la Guerra de Arauco. A su amparo se asentó un caserío que fue adquiriendo con el tiempo características de poblado. Fue reparado en 1648, destruido por los mapuches en 1722 y reconstruido más tarde para servir de base a la población de Santa Juana, a partir de 1739. En esta época se mejoró y apertrechó la fortaleza: se abrió un foso profundo entre el río y una pequeña laguna situada a sus espaldas, convirtiendo el recinto en una isla. En 1765, se le confirió el título de Villa y, en ese estado, se encuentra en los albores de la República. En 1819, la tomaron por asalto las guerrillas realistas que operaban en la región durante la denominada “Guerra a muerte”, y luego de permanecer éstas allí durante dos años, las quemaron. Durante dicho período fue cuartel general del montonero Vicente Benavides.

 Los hechos de guerra, particularmente de esta última época, las condiciones climáticas y los movimientos sísmicos, como el gran terremoto de 1835 y otros posteriores, incluyendo los de 1939 y 1960, fueron deteriorando el fuerte. Asimismo, la población del lugar contribuyó con lo suyo, al utilizar sus murallas como material de construcción. Desde 1980, pocos son los restos visibles del baluarte, cubierto casi enteramente de tierra y que alzándose como promontorio, sirve de mirador a quienes nos lo visitan.


Laguna Rayenantú

 Dice la leyenda que luchas constantes avivaban el odio de las tribus hasta que el amor, que no sabe de barreras, vino a complicar más la situación. Fue el amor entre el hijo preferido del Cacique  de los Tralcamahuidas, el apuesto Rayencura –“Flor Poderosa”- y la bella hija del Cacique de los Catirai, Rayenantú –“Flor Dorada”-. Ambos se amaron a pesar de la inquina ancestral y sangrienta que separaba a sus tribus más que el anchuroso Bío-Bío. Por eso se encontraban a escondidas junto a la ribera, siempre temiendo ser sorprendidos, hasta que en una tempestuosa noche de invierno ocurrió la tragedia. La joven Rayenantú desapareció y, al buscarla afanosamente, la vieron en la lejanía nadar por la mitad del río con su amado hacia Talcamávida. Veloces se lanzaron los Catiraies en su persecución disparando flechas sobre los fugitivos.

 Al griterío bajaron los  Tralcamahuidas y se armó el feroz combate en medio de las aguas y la oscuridad de la noche. La lluvia de flechas terminó por hacer blanco en los cuerpos de los enamorados. Muertos ambos, las tribus cesaron la lucha y recuperaron los cadáveres de Rayencura y Rayenantú para ser cada uno sepultado en la tierra de sus padres. Al día siguiente, asombrados, los indígenas vieron que en cada tumba habían vertientes que se transformaron en lagunas. Y ambas todavía existen en Santa Juana y Talcamávida.